La época más trágica
de la era moderna que España ha padecido es sin dudarlo la de los años
cuarenta del siglo XX tras la Guerra Civil. Una recesión económica hizo
estragos en un país dividido y maltrecho, donde,
según las estadísticas, de una población de 26.000.000 de habitantes 300.000
habían tomado el camino del exilio, casi otro tanto abarrotaban las cárceles
del gobierno fascista y, por último,
mucho más de la mitad de la población restante, por falta del principal
componente familiar que pudiera trabajar, muerto en la contienda o preso,
que pudiera traer el sustento a la familia pasaba hambre y calamidades en
una España católica que sin piedad disfrutaba ver a los ‘malos’ hermanos
pagar sus pecados mientras la iglesia aplaudía los actos de nepotismo y
excesos del gobierno. Como consecuencia de ello una plaga bíblica se
extendió por todo el país con el hambre y las enfermedades como principales
protagonistas que se cebó entre aquellos pobres represaliados que se
habían convertido en los nuevos parias de la sociedad.
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En agosto de 1939 se
implanta el racionamiento de la población y pronto se comprobó que los
alimentos suministrados carecían del mínimo valor nutritivo necesario para
la subsistencia ya que estaban compuestos de forma predominantes por
garbanzos, patatas, boniatos, pastas para sopas, bacalao y muy de tarde en
tarde por carne de membrillo, chocolate terroso incomestible y jabón. Como
se puede comprobar el déficit de hidratos de carbono y grasas, así como la
carencia de vitaminas, calcio y hierro era evidente. El pan, que antes era
el alimento base de las familias modestas, se convirtió en otro apreciado
artículo de lujo ya que su racionamiento, en el mejor de los casos, para
aquellos que tenían una cartilla de racionamiento de tercera, las cantidades
oscilaban entre los 150 y 200 gramos. Tras este desastre floreció un mercado
negro de productos que por sus precios sólo estaban al alcance de
privilegiados afectos al régimen fascista; el resto de la población se
convirtió en devoradores de almortas, altramuces, salazones y castañas.
![]() Tarjeta de fumador |
Aparte de lo expuesto,
el suministro del racionamiento era tan irregular e imprevisible que durante
semanas se proveía a la población por ejemplo de aceite, bacalao y jabón, en
otras de pasta para sopa, azúcar y un huevo o garbanzos, tocino y carne de
membrillo. Aquí me gustaría ver a un Ferrán Adriá haciendo cábalas para
confeccionar un menú con dichos ingredientes, algo que tenían que hacer
aquellas sufridas madres, las cuales fueron bien descritas por el periodista
Claudio Grondona, allá por los años 70, en el diario Sur de Málaga cuando
escribió: “Madres y hermanas, esposas e hijas en una paciente, sufrida,
dolorosa y desalentadora tarea de hogar y de familia. Llegaron a
confeccionar tortillas sin huevo, guisos sin carne, fritos sin aceite,
dulces sin azúcar, café con trigo tostado; hicieron pucheros con huesos,
cocidos sin semilla ni patatas, embutidos de pescado”.
![]() Cartilla de racionamiento |
Aquellos afortunados
que podían lo suplían con el llamado estraperlo, nombre que proviene de dos
famosos estafadores llamados Strauss y Perlowitz, que casi tumbaron a la
Segunda República, y que el pueblo al unir los dos apellidos los añadió al
diccionario de la lengua que lo define como:”Comercio ilegal de artículos
intervenidos por el Estado o sujetos a tasa”. A tanto llegó el asunto que el
gran maestro Néstor Luján, al que moralmente le debo un estudio dedicado a
su biografía, escribió un artículo titulado ‘Si no existiera el
estraperlo’ que decía lo siguiente: “En estas dos últimas semanas la
Comisaría de Abastecimientos ha repartido lo siguiente: en la semana
penúltima repartió un racionamiento compuesto de aceite refinado de
ignoramos que producto y desde entonces nuestra imaginación está intentando
representarse cómo puede ser el aceite en bruto, a razón de un octavo
de litro por persona, café a razón de cincuenta gramos y alubias, éstas de
excelente calidad a razón de doscientos gramos. La última semana nos vimos
favorecidos por azúcar blanco, bacalao, pasta para sopa y manteca vegetal.
Ahora bien, considerando los precios de la carne, de los huevos, de la leche
y demás comestibles inasequibles a la mayoría de los bolsillos modestos,
desearíamos que estos racionamientos fueran acompañados de un folletito
explicativo de qué platos pueden cocinarse con bacalao, pasta de sopa y
azúcar blanco que es lo que pueden comprar las clases humildes o bien que
menús pueden construirse en una larga semana con aceite, café y alubias”,
para terminar su artículo, pese a la prohibición oficial, ponderando el
estraperlo que podía hacer otras combinaciones alimenticias.
![]() Cualquier profesión era buena para sobrevivir, esta es la de vendedor de agua en Sevilla |
Fue precisamente el
estraperlo el que marcó las diferencias sociales y políticas en la España de
la posguerra y que dividió a los españoles en tres categorías, los ganadores
que aseguraron un puesto decente de trabajo y que pasaron esta época sin
carencias y bien nutridos; por otro lado los sobrevivientes, aquellos que
habían perdido la guerra y que eran profesionales a los cuales por unos años
les robaron hasta los títulos académicos para ejercer su profesión o que
tenían un familiar fascista que les surtía de alimentos pero que padecieron
enfermedades carenciales o que fueron víctimas de estados de desnutrición;
y, por último, aquellos pobres desgraciados que no sobrevivieron ni siquiera
a esta etapa de la historia y que fueron llenando los portales, hospitales,
campos de concentración y calles con sus escuálidos cuerpos que parecían de
cera y con barrigas hinchadas. Sobre estos últimos recuerdo cuando mi padre,
que estuvo en varios campos de concentración, me contaba como morían de
hambre en aquellos batallones de trabajo o cuando, después de mucho tiempo,
les llegaba un paquete con alimentos de la familia los devoraban y como se
hinchaban y morían o como había que poner guardias para que no se tiraran
sobre las cáscaras de naranjas que arrojaban otros para que no cogieran
enfermedades. También la población civil moría de hambre tirados en las
calles como ocurría en Riotinto (Huelva), donde mi tío era médico, y como
venían a tropel a la consulta para que les recetara algo que no se puede en
medicina, alimentos. Toda una vergüenza de nuestro pasado.
![]() Comedor de la maternidad de Sevilla, un lugar para no morir de inanición de las mujeres de los derrotados |
Volviendo a los campos de concentración la vida era tan penosa que creo qué
ensombrecerían a los de exterminio de los nazis, la única diferencia fue que
no hubo un juicio de Nürenberg por los crímenes contra la humanidad que se
cometieron y donde el hombre era peor tratado que la peor de las bestias,
pero no quiero ser yo el que cuente el hambre o la miseria que pasaron
aquellos que por defender el orden y la legalidad, pisotearon los fascistas.
Del libro 'Mis prisiones' de Rafael Sánchez Guerra entresaco lo
siguiente: "Las varias enfermerías del presidio estaban atestadas de
hombres jóvenes con sus facciones hinchadas, síntoma evidente y claro de
inanición, depauperados, esqueléticos, sin ninguna enfermedad orgánica pero
que no podían materialmente sostenerse en pie. Raro era el día que
formábamos tristes y silenciosos en el patio grande para presenciar cómo se
llevaban en toscas cajas de madera los cadáveres de dos, tres o cuatro de
aquellos infelices que tenían un modo tan doloroso de 'recobrar la
libertad'. En el mes de marzo murieron de hambre setenta y ocho reclusos y a
todos nos espantaba la proporción aterradora de la cifra. Era el ansia de
comer de algunos presos que se hizo preciso nombrar en cada patio un recluso
que hiciera de guardia permanente al lado de los cajones de basura para
evitar que unos cuantos desgraciados se intoxicaran recogiendo la inmundicia
y desperdicio que otros arrojaban. Las cáscaras de naranjas, muchas veces
pisoteadas y sucias, las devoraban los hambrientos con verdadera fruición".

Una de las muchas mujeres obligadas a ejercer la prostitución si no querían morir de hambre
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